lunes, 24 de enero de 2011

Bienvenido 2011, año de más petateados... o ¿daños colaterales chiquitos?


Tiempo para el final de un momento en pos de la libertad, un silencio profundo, más bien, un ruido sin emergencia alguna que acude a la más luminosa profundidad de un tumulto de bocas terregosas. Nada para el que vive en contra de lo intolerable, sólo un orgullo marchito entre otros, disimulado por el escándalo de aquella fea ramera verde vestida de luces, sonidos, extraños sin pensamiento alguno y con una pizca de tarugada y media; eso es la gran ramera de los cientos de aquellos ilusionados participantes en la caja de cristal.
¡Murió, una gran desgracia para la nación de los entreguistas! Aquéllos que gobiernan unos ciervos, que ante el más leve zumbido del látigo tiemblan con demasiada exageración, para decidir no revelarse contra aquel dueño impuesto. Una oligarquía jactándose de los frutos de un jinete invisible, temido por hacerse presente con sus acciones, un mundo que con un gran porfiado esfuerzo ha destruido el mágico Disneylandia para convertirse en meccicolandía (¿a quién le importa la ortografía en un lugar donde hasta el más iletrado gobierna?).
¡Ningún derecho más! Gritan al unísono aquellas gargantas que rebasan los aullidos del infierno, aquellas criaturas vestidas de olivo y negro, aquellos monstruos que borran del mapa a la más temida pesadilla joligudense (insisto, la ortografía no importa, sigue leyendo y durmiendo a gusto con tu gobierno); adiós Drácula que diste miedo por ser un chupa moronga, en este momento tus actos de hematófago barato son por mucho rebasados por la rápida desmembración de un cocinero sin licencia.
“¿Me da unos taquitos de tripa y cabeza?” Peligroso pedido en estos tiempos de lenta agonía moronguesca. “¡Má! ¡Ya sé que quiero estudiar! Quiero ser… ¡Licenciado en destripalogía!” Una confesión que no mata pero como perturba. “Yo no sabía que existía, me sentía solo, triste, abandonado, con ganas de morirme, pero… desde que descubrí las donitas espolvoreadas de la Vimvo mi mundo no ha vuelto a ser el mismo, esas donas te dejan un sabor a… a… a uorales, siento que el suelo se mueve, ¿será que me salen unas alas? Wow el microbús diabólico”, un cliente más satisfecho con aquellas donas espolvoreadas de coca-china. “Señor, he de informarle que nuestro jefe nos ha pedido que hagamos más daños colaterales, que pa’ desquitar el sueldo y así aumentar la estadística de muertos, que a ver si nos ganamos aunque sea el number uon en los records guines”, es la explicación más lógica para una guerra fallida donde pronto serán más los muertos en las estadísticas del INEGI que los vivos.

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