jueves, 9 de diciembre de 2010

Sentir


¿Qué es la verdad? Esa es una pregunta que equivale a los inicios de un cosmos que se arremolina entre polvos de las divinidades conjuntas y deformes, existencias abigarradas de distintas almas, cuerpos arremolinados en todo un gran centro que colisiona sin destruirse, toda una materia que se funde en un mar de plegarias y silencios.
Porque una verdad es cierta, todo cuerpo que nace tiende a envejecer para morir o desaparecer, ante esta cruel verdad se busca otra verdad para vencer estas desdichas que vienen incluidas en las bendiciones del vivir. Un Dios, un paraíso, un infierno… todo es parte de un cosmos que se conjuga para dar sentido a una existencia que se diluye en aquellas diáfanas manos de un cuerpo frío, respetado por todos, un cuerpo con forma de muerte, pero con vida en el interior que le anima para realizar su quehacer diario, porque la muerte necesita de la vida para realizar su sagrada labor. La muerte no es un “dejé de existir para siempre”, la vida no es un “sufriré para vivir”, ambas son el soplo de una constante verdad que necesita cumplirse por ciclos, una verdad que necesita ser escuchada y amada.
Negar que se muere, es negar a la vida misma, pero llorar porque se deja todo cuanto se tiene es sólo un estar apegado a lo inanimado, aunque la familia nos deje como gotas de rocío, esa familia no se separa de nosotros y nosotros no abandonamos nuestra familia, sólo es un sentimiento el que queda, nada más, lo que nos provoca un gran dolor y sufrimiento, es por eso que se dice que nada es permanente, nada…
No sé nada en realidad porque la verdad es no saber nada, la verdad no se manifiesta, la verdad no es un objeto, la verdad no es una lengua o cultura, la verdad no es un pensamiento, una idea. Verdad, cuántos te buscamos y no te encontramos, descubrirte es como deshojar un mar donde hallamos distintas superficies hasta encontrar un abismo, un lugar tan frío y solitario en el que descubrimos nuestros propios pensamientos, sin luz alguna que ilumine nuestro desconsuelo. Entre hojas nuestros dedos te recorren, muchos son los besos fríos que da la verdad entre cristales que reposan sobre un lucero que se percibe débil. Llegará la verdad con sus matices amarillos, rojizos, naranjados y celestes. Pronto seremos aquel polvo astral que se consume en su dicha por existir y sabremos que la verdad, nunca estuvo lejos del yo.

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