domingo, 20 de junio de 2010

Hasta siempre


Esta es la escena trágica de una ciudad en declive, ayer a las 12:50 se registró que un gran cronista de esta metamorfoseada ciudad ha decidido ya no escribir más sobre ella, sólo deja un añejo de escritos sobre aquella vida urbana que no se mantiene estática. Nos abandona la chispa de lo irónico, nos lega un gobierno burdo que ya no temerá más a uno de sus más grandes opositores. Nos deja varios ojitos curiosos, que ahora cantan la del gato viudo. Aquel remolino de papeles y libros puestos al azar sobre un escritorio desordenado que no es cosa natural del caos, se preocupa ante el abandono de aquel que le daba vida. Los que leíamos sus escritos nos quedaremos con las ganas de más palabras de quien fuera uno de los más grandes cronistas de este país. La ciudad está desamparada, ya no hay quien se ocupe de ella en estos momentos, mientras al grito de “si se pudo” trata de aliviar las penas, en otro extremo manda el silencio y la sepultura; ¡Ho ciudad de todo cuanto pueda ocurrir! ¿Qué será de ti al quedarte sin un hijo que te amaba? Quizá sigas la marcha dedicada a la construcción de más gusanos y otros tantos transportes en bien de la contaminación visual. Mientras en la iglesia de la literatura se escucha el llamado al réquiem, en la televisión es un gloria aleluya para la selección. Se terminó una crónica de muchos años sobre una ciudad fantasma, una ciudad abigarrada, una ciudad que se hunde entre sus pensamientos, una ciudad que clama, una ciudad que está inconforme, una ciudad con pésima circulación en las venas, una ciudad que engorda, una ciudad que festeja, una ciudad que está y seguirá viva hasta que ya no haya nada que denunciar o festejar, en todo caso una ciudad que se seguirá hinchando sin anticonceptivo alguno que la frene. Hasta siempre Monsiváis, tu memoria seguirá entre nuestros dedos hasta que el apocalipstick nos llegue.

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