sábado, 5 de junio de 2010

En algún lugar del espacio



Esta vez mencionaré un tema del que tanto se habla y es desconocido a su vez. De todas maneras es desconocido porque ¿a quién le importa el hambre, la enfermedad, la pobreza, la muerte…? Quizá lo que voy a mencionar sea parte de un mundo lejano, habitado por seres cuadrúpedos, seres autodenominados racionales, criaturas antropófagas e indiferentes con sus hermanos.
En ese planeta existen graves problemas, los cuales, son tomados en serio por aquellos gobiernos que discuten sobre ¿cómo erradicarán a tantos y tantos problemas? La respuesta siempre llega, ellos reciben el maná empresarial que les indica “dejad morir a los pobres, así obtendremos grandes ganancias con su miseria”, a lo que aquellos honestos gobernantes respondieron al dios con forma de una ese que es atravesada por dos palitos perpendiculares, en pocas palabras tenía esta forma $. “Señor, ¿cómo lograremos que nuestras arcas se inunden de tu gracia?” A lo que el dios $ respondió, “muy sencillo, invertid pues en armamento, en la ciencia para fines bélicos, cread enfermedades para así venderles las vacunas a los miserables, claro está que no los tienen que curar, de lo contrario ¿dónde está la ganancia de crear farmacodependientes? Explotad la tierra hasta que esta ya no pueda dar más, olvídense de los muertos de hambre, que se las arreglen solos, si dejan despoblado su país que mejor, así se evitan la vergüenza de invadir un país miserable y quedar mal ante los ojos de la humanidad. Quedaros las ganancias, si las reparten todos tendrían la oportunidad de acceder a los mismos beneficios y ya no existiría la dominación. Que los países pobres sigan siéndolo, endeudadlos para que puedan seguir así, con el fin de apropiaros de sus recursos naturales y fuerza de trabajo mal pagada. Sean indiferentes ante el sufrimiento del mundo, lo importantes es conservar el dominio, si se mueren de tal o cual pretexto eso es problema de sus gobiernos, no nuestro. Nuestro negocios son legales, es normal que muera gente, la pobreza es resultado de la flojera, la ignorancia, la mediocridad, no es culpa de las empresas, es culpa de quien decide ser pobre y morirse de hambre”. Todos los gobiernos escucharon los designios de aquel dios $, dicho esto, todos acordaron decretar como ley bíblica los mandamientos del FMI.
1.- Adorarás al dios $$$$$ sobre todas los seres vivos
2.- Honrarás las ganancias y la explotación de la mano de obra
3.- No mataras… deja que se mueran solos los pobres para que no malgastes tu dinero
4.- No robaras… pero no permitas que tu dinero se fugue con los despojos humanos
5.- No desearas las ganancias de tu prójimo, pero si monopolizaras
6.- No darás falso testimonio sin la ayuda de tu dios $$$$$$$
7.- Globalizaras todo cuanto se pueda sin perjudicar la inversión
8.- Usaras los medios de comunicación para llevar mi palabra $$$$$$$
9.- Darás espectáculo y todo cuanto satisfaga la enajenación de las personas
10.- El capitalismo es la única y verdadera fe
Bajo estos mandamientos se rige el mundo, un mundo indiferente al dolor de los demás, un mundo que trata de no estar consciente de los problemas humanos, un mundo que te dice “con pensarlo no resuelves nada, mejor vive tu vida” total, que se mueran ello porque yo no puedo hacer nada, que conformista. Somos una sociedad del espectáculo, todo es rentable, desde una computadora hasta la muerte, qué más da un muerto más, es una estadística, números; si hoy mueren 50000 en África mañana serán 100000 lo que representa que ya falta poco para poder explotar sin ningún problema aquella tierra de atrasados muertos de hambre y negros.
La bondad y la piedad, la compasión y el amor son cosas del demonio, dice un documental que circula mucho por you tube http://www.youtube.com/watch?v=7UHqoZbVysY (este es el link de esa página). Todo lo bueno es malo, por ende, la maldad no es mala, al contrario es ir en contra del demonio. Por ello, cada vez que muere un niño africano devorado por animales carroñeros hay que festejarlo y seguir siendo indiferentes para que no nos afecte. Preferimos seguir hablando sobre antiguas lenguas, hablar sobre ciencia, sobre política, sobre futbol, sobre lo que comeremos mañana, sobre que será mi hijo en el futuro, sobre a qué universidad iré para ser mejor, sobre si mañana seré todo un doctor en lo que sea. Estas alarmantes estadísticas son un foco que se enciende, pero que apagamos ante nuestro egoísmo de no hacer nada o preferir seguir existiendo en nuestras propias novelas de lo indiferente…

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